Escribió Sabino Arana:
“Vuestra raza, singular por sus bellas
cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o
fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas,
ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a nuestra Patria Vizcaya
(Bizkaia); y vosotros, sin pizca de dignidad habéis mezclado vuestra sangre con
la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y
despreciable de Europa.“
El polígrafo arriba citado fue el fundador del
PNV (1895), partido que gobierna en la comunidad autónoma vasca y que no parece
tener ninguna relación con la extrema derecha, a juicio de nuestra Izquierda, a
la que no le importa ni le parece vergonzante el pacto con esa fuerza
política. Cierto que Arana escribió en
un contexto político y científico en el que se medían cráneos e iba naciendo la
Antropología Física, al mismo tiempo que
se iba acuñando la taxonomía de las razas.
Desprestigiado el concepto tras la Segunda Guerra Mundial, la noción de
que pertenecemos a un grupo que determina nuestra idiosincrasia y catadura
moral, volvió a colarse a través de del concepto de cultura y, últimamente, del de género. Se trata de que cada individuo
sea el resultado de esa pertenencia a la raza, a clase social, a una cultura o un género.
Y el objetivo es, una vez más, cercenar nuestras libertades.
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