En alguna otra ocasión, ya hace tiempo, escribí, aquí mismo,
sobre el retorno de la ignorancia y la superstición. Lo ilustrados
dieciochescos las denunciaron con ahínco en pos del triunfo de la Razón, cuyas
luces debían anegar la oscuridad que ellas suponían. Pero la Fe vuelve, a través del predominio de
lo emocional y, a la postre, de lo irracional. En estos tiempos tecnológicos, y, verbigracia, en las redes sociales,
vuelven los mantras de lo irracional, una vez devenidas las ideologías en
verdad revelada para las mentes indoctas, más numerosas cada vez, más incapaces
de juicio sereno y distante, más peligrosas para el hereje o el disidente. De este modo, mutatis mutandis, la situación se asemeja a la de hace trescientos años: no parece que
ignorancia y superstición estuvieran rendidas; como en el caso de algunos virus
erradicados por las vacunas, subsistían cepas de ellas en algunos recovecos, y
ahora se expanden, de nuevo, por los
canales del desconocimiento, de la pereza intelectual y del temor a ser
libres.
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