Escribía
Vargas Llosa sobre Revel, allá por el año 2010:
"Una contribución valiosa de la Francia contemporánea
en el campo de las ideas, no han sido los estructuralistas ni los
deconstruccionistas –que oscurecieron la crítica literaria hasta volverla poco
menos que ilegible–, ni los “nuevos filósofos”, más vistosos que consistentes,
sino un periodista y ensayista político: Jean-François Revel (1924-2006). Sus
libros y artículos, sensatos e iconoclastas, originales e incisivos, resultan
refrescantes dentro de los estereotipos, prejuicios y condicionamientos que
asfixiaron el debate ideológico de nuestro tiempo. Por su independencia moral,
su habilidad para percibir cuándo la teoría deja de expresar la vida y comienza
a traicionarla, su coraje para enfrentarse a las modas intelectuales y su
defensa sistemática de la libertad en todos los terrenos donde ella es
amenazada o desnaturalizada, Revel hace pensar en un George Orwell de nuestros
días. Como el del inglés, su combate fue, también, bastante incomprendido y
solitario."
Hasta tal punto fue
así, que alguno califico a Revel como Casandra
contemporánea. Cabe indagar,
siguiendo la comparación, quién es el Dios, o los dioses, y de cuál de los
Olimpos, que, tras el conato de seducción, maldice, en nuestros días, a Revel o a cualquiera que, como él, ose poner
en cuestión los fundamentos del pensamiento dominante.
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