Se
atribuye a Churchill aquello de la
Democracia como "el peor de los sistemas exceptuando todos los demás" o, lo que viene a ser lo
mismo, como el menos malo de los sistemas. A partir de ahí, el concepto de Democracia se torna variable y
difuso; podemos hablar de la esclavista democracia
ateniense, de la democracia popular
o de la democracia orgánica, aunque
parece claro que, si va adjetivada, deja de ser lo que entendemos por democracia. En relación con todo ello, Gustavo Bueno
acuñó la noción de fundamentalismo
democrático para referirse a la valoración de las democracias reales
tomando como referencia una supuesta democracia ideal, localizada en el limbo de las ideas
platónicas. Por consiguiente, Bueno prefiere hablar de democracia realmente existente,
sin modelos metafísicos a los que aspirar.
Lo otro, la democracia ideal, y toda la democracia adjetivada en
general, forma parte de de ese lenguaje abstruso, piélago de referencias
pseudomorales, que es la antesala de cualquier totalitarismo. No es mera presunción, abundan los ejemplos.
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