En algún recoveco de sus escritos, asevera Proudhon: "la
propiedad ha muerto; yo la he matado".
Confundía el pensador y activista ( que diríamos hoy) sus tesis ideológicas
con axiomas matemáticos, y su carga alegórica,
con una suerte de apisonadora verbal inapelable. La aparente ingenuidad ideológica que ello
sugiere no murió con él; continúa vigente
entre nosotros, pues elucubramos el orbe y sentenciamos que nuestra percepción
del mismo es la captación de una realidad unívoca y objetiva. Pero el mundo sublunar es lugar complejo y se
resiste a la argumentación simple.
Percibimos tanto con la emoción reptiliana como con el Neocortex. De ahí la importancia del pluralismo, como
necesidad imperiosa, hoy en retroceso, de cualquier sociedad democrática. Sin el mismo, nada queda.
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