El pensamiento marxista ( el de Groucho) se puede compendiar
en aquella máxima de "tengo unos
principios, pero si no le gustan tengo otros". Al igual que "la libertad para qué" ha devenido en epítome del
leninismo, lo de los principios nos remite siempre al universo de lo marxiano
en clave de Groucho. Se manifiesta cada
día, y se ejemplifica. No sólo en lo
político (los últimos acaecimientos, en España, son su certificación de facto), sino en la
propia sociedad civil, no tan casta y prístina como a veces se pretende. Pero, sin duda, en el universo del Poder, en
sentido amplio, la flexibilidad en los principios se revela como mecanismo
constitutivo y primordial de todas las estructuras, tanto las establecidas como
las que se intuyen a modo de alternativa.
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