Día de San Juan.
Aquí, en el norte, el fuego de las lumbres no estuvo marcado por un
exceso de calor. Es lo habitual. La tradición del solsticio regresaba, una vez
más, esta noche, en el contexto de un mundo cambiante y tecnológico, en el que habrá novedades que ni podemos
imaginar. Los coches autónomos van a destruir empleos, se hundirán sectores
industriales y se levantarán otros que
sólo los más avispados sabrán impulsar. Y eso es sólo la parte más visible, y
cercana. Porque la tecnología afectará, incluso, a las estructuras
familiares y sociales, a los planteamientos éticos y morales y a toda nuestra
concepción del mundo. Y, frente a esos
cambios, siempre está la posibilidad de agarrarse a lo ancestral, a lo
reconocible y tradicional, a través, verbigracia, de los discursos ecolátricos,
religiosos o de ideología low cost. Pero
no servirá de gran cosa. Podemos
continuar con las tradiciones cíclicas, como esta de saltar las hogueras u
otras que nos ligan a nuestras raíces, lo que es incluso recomendable, pero no
podemos evitar las mudanzas del orbe, pues nadie ha logrado, hasta ahora, poner puertas al campo. No obstante, se intentará, porque siempre hay predicadores,
santones o beatos, laicos o religiosos, que, escandalizados por lo nuevo, tratarán
de retener el pasado a través de la
irracionalidad y de una posverdad inerme frente a las transformaciones.
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