La tribu es una forma de organización social, primigenia y ecuménica, que, partiendo de los lazos de
parentesco, está en la base de la cooperación entre individuos de cara a un fin común. En su momento, la
organización política nació de la superación del clan, como muestran los
estudios sobre la antigua Grecia y sobre la antigua Roma, que nos legaron la noción
de lo civil y de lo urbano como superación de lo gentilicio. Sin embargo, el linaje parece haberse esculpido,
como mitologema, en alguna porción de nuestro cerebro o de nuestro
inconsciente, pues retorna en renovadas formas de manera recurrente; así, las
llamadas tribus urbanas o, en general, cualquier modo de glorificar la noción de pertenencia: en el fútbol, en la
música, en los diversos grupos que van brotando en cada momento. ¿Es el nacionalismo, en este contexto, una
vuelta a la tribu? Parece que, al final,
si se convierten el territorio, y la
sociedad que lo habita, en un elemento
que se enaltece y se hurta al análisis racional nutriéndose de lo emotivo, se
está volviendo a la horda como forma de organización previa a la política. Sólo si el concepto de Nación es distante,
racional y ajeno a los lazos emotivos de lo manifiesto, el nacionalismo deviene
patriotismo y se aleja de lo tribal y
gentilicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario