Concluye el décimosexto año del nuevo siglo, y también del
nuevo milenio. Tal vez, hasta ahora, lo
más exclusivo de ese discurrir haya sido el ruido, el ruido creciente, la
hiperinformación, las redes sociales, la
dificultad cada vez mayor para apartar la paja del grano. Ya caminamos fijados a un terminal, a una
pantalla de múltiples funciones (¿se le ocurrió esto a algún gurú del futuro, a
algún genio de la ciencia-ficción?), que nos comunica, que nos localiza, que
nos gestiona y que nos informa. Pero la
información es caótica, sin jerarquía, informe y desmesurada. En definitiva, ruido. Será cada vez más difícil sustraerse a las
emociones, que vienen inoculadas en el propio aluvión informativo, para poder
pensar con claridad. Así pues, la
perspectiva no parece muy optimista.
Pero, en fin, en un día como hoy sólo cabe, de momento, desearnos un
2017 próspero y féliz.
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