“La política es un conflicto de intereses
disfrazado de disputa sobre principios”
Ambrose Bierce.
Así juzgó Bierce, polígrafo
estadounidense decimonónico, la acción política. Ya ha llovido desde entonces, pero la
locución no enmohece. No son los
principios los que parecen dirimirse en las diatribas políticas, sino el poder
y el dominio. La prueba de ello es la
propensión marxista (de Groucho Marx) a atesorar principios de recambio si los
originarios no sirven. Se podrá vender
ideología, religión laica, este o el otro dogma, pero subyace siempre lo que
subyace. En la España de hoy resulta
patente. Compramos el discurso, pero nos están vendiendo, y colando, otra
cosa. Bierce dixit.
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