“El Oficial y el espía” es una
magnífica película del veterano Polanski.
La cuestión de fondo es el “caso Dreyfus”, pero las implicaciones
del filme van más allá del asunto y llegan al presente. Igual que en “Ágora”, de Amenábar, de la
trama histórica emana una clara lectura del hoy. En el fondo de todo aparece, como siempre, la
oscura faz del populismo, que conduce a la aniquilación del individuo , y de las
libertades , por la maquinaria del poder, del dogmatismo, de los prejuicios, la
religión o la ideología. En el lapso
histórico que retrata Polanski, los años finales del XIX en Europa, marcados por la rivalidad franco-alemana,
se medían cráneos sin complejos para instituir clasificaciones raciales,
partiendo del determinismo de lo étnico sobre el comportamiento, la ideología ,
la moral o la inteligencia. El
antisemitismo formaba parte de este todo.
También hoy el individuo se encuentra inerme frente a la apisonadora del
sectarismo y de la propaganda, y un
nuevo determinismo sacraliza, verbigracia, la relación causa efecto entre lo
que se denomina género y el comportamiento, los valores morales, la ideología o
la inteligencia. Nada nuevo, pues.
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