Según el diccionario, en una de sus acepciones, es agorero
quien predice desdichas con poco fundamento.
La predicción de las mismas ha estado siempre presente en alguna medida,
siendo el milenarismo medieval uno de sus avatares. Nuestros antecesores del año mil aguardaban
la parusía y, en torno a esa expectativa,
se entretejieron desmedidas historias de pecado y castigo; también Savonarola , ya en el siglo XV,
realizó profecías pesimistas y tremendas. Parece que advertir del negro futuro, del fin
de los tiempos o de la condenación forma
parte de una idiosincrasia que nos define.
Ha nacido, en nuestros tiempos, hasta hace no mucho racionales, el deleite con un nuevo milenarismo, que se manifiesta
en el cine, en cierta literatura, en la música y, sobre todo, con cierta
respetabilidad casi científica , en el orbe de la nueva religión
ecológica. Al final, el paradigma viene
nutrido por lo de siempre, es decir, pecado (ahora contra la Madre Tierra),
castigo y condenación. Y puede que, así,
la superstición y lo irracional estén de nuevo emergiendo.
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