"El mensaje es que la verdad no importa".
Dictamen breve y lapidario. Reproduzco el titular de una entrevista en un periódico
cualquiera, en relación con un asunto
que estuvo candente y reaparece en ocasiones. La sentencia es de uno de sus
protagonistas. No importa quién ni qué,
en este caso, sino lo que hay detrás.
Vivimos tiempos en los que el populismo y la demagogia, ejercidos por
los medios de comunicación como reflejo del Poder que los sustenta, dan lugar a
que sea ese el mensaje, o currículo oculto, que se remite a todos los
destinatarios. Ya lo dijimos aquí en
otras ocasiones: no importan los datos, ni las circunstancias, ni siquiera la
realidad; sólo la verdad revelada a
través de los nuevos capiteles, tímpanos o arquivoltas, que adquieren ahora la
forma de medios de comunicación o redes sociales, para transmitir la buena
nueva a una población no sé si ágrafa en el sentido literal del término, pera
tal vez sí en un sentido profundo.
Vuelvo a afirmarlo, a riesgo de parecer reiterativo: es miedo, casi
pavor, lo que genera todo ello en cualquiera que conciba un examen mínimamente riguroso
de dicho escenario comunicativo
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