Durante siglos, la verdad relevada fue el punto de partida
para toda reflexión. Pensemos en la Teología
medieval. La ciencia actual, tan adelantada
y con tantas implicaciones filosóficas, parece retornar a esa verdad revelada;
la nueva religión, de la cual lo políticamente correcto es sólo la punta del
iceberg, va asignando axiomas, credos y puntos de partida: no son ya la Trinidad,
le encarnación o las edades del
hombre que catalogara Joaquín de Fiore,
pero se van convirtiendo en punto de partida de todos los discursos, incluso
de los que parecen amparar el sentido crítico a partir del pensamiento
científico. La verdad revelada se vuelve
cada vez más burda y, por ello, cada vez necesitan los que se dedican a la
ciencia, y los que no también, mayores tragaderas, para partir de de esos
dogmas irrefutables. Se reviste ello, en
general, de lo que se denomina consenso científico. Hilarante pero aterrador.
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