Para iniciar el año transcribo lo que aquí mismo anoté en 2006:
"Aquello del
pensamiento débil ligado a la
posmodernidad dio para innúmeras hojas de los suplementos dominicales cuando,
tras la caída del Muro, los pensadores orgánicos del estalinismo hubieron de
buscar nuevos horizontes. Declaro que, aquello de la ruptura de los grandes
discursos, de la hermenéutica y demás, nunca consiguió entusiasmarme en
demasía. Pero ahora ya lo entiendo. Porque el pensamiento débil debe ser esta
marea reciente de cobardía intelectual frente a los nuevos tiranos que, poco a
poco, y a través del miedo ( qué antiguo método) nos van imponiendo renuncias y
dejando con el culo al aire a quienes hasta, no hace mucho, y desde la
izquierda divina, se presentaban como adalides de la Libertad (con mayúscula).
No importaba aquello de libertad para qué de su admirado Vladimir Ilich. Pero,
ahora, la realidad, y por fin el pensamiento débil, se van imponiendo. Sólo ha
hecho falta que, más allá, y más acá, del limes hayan surgido los liberticidas
para que todos callen".
Nada que añadir.
Feliz 2019.
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