Leo que la Vuelta a España, competición ciclista, eliminará los besos en el podio y tendrá
"azafatos" para evitar el sexismo.
Parece que el sexismo se define como la discriminación que alguien sufre
por su sexo o género. Me pregunto si las
azafatas no contratadas podrán considerarse objeto de esa discriminación. La policía de costumbres, antigua
institución, vuelve a través de lo políticamente correcto, en forma de postureo
ideológico, de actitud de cara a la
galería de lo progre, sin mayor coste para sus ejecutores. La realidad,
que es otra en la calle nuestra (y no digamos en otras calles sumidas en
el piélago de la multiculturalidad), no importa. Lo que mola es el guiño, el no somos
sexistas, los azafatos y, por supuesto, la supresión del par de besos de la
chica al ganador. Y, por debajo, toda una realidad sórdida de dominaciones y
maltratos, de desigualdad, de falta de oportunidades para mujeres que nacieron
en el lugar o barrio equivocado. Que no son precisamente las azafatas del
ciclismo. Cambiemos, pues, el lenguaje y los gestos para que nada cambie en la realidad subyacente de cada día. En uno de sus escritos, Proudhon, pensador revolucionario del XIX, exponía sus razones y argumentos en
contra de la propiedad (burguesa) y concluía lo siguiente: “la propiedad ha
muerto, yo la he matado”. Ya ha llovido desde esa decimonónica
sentencia y la propiedad sigue ahí, como antes.
No basta con el discurso para que la realidad se transforme. Pero vivimos tiempos no de ideología, sino de
postureo ideológico.
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