Parece fácil, a toro pasado, identificar el lugar donde se
encuentra el Mal y situarse en sus antípodas.
Pero se trata de una simple ilusión anacrónica y antihistórica. En efecto, visto desde el presente, el
nazismo, verbigracia, resulta nítido en sus objetivos y en su escalofriante
praxis. Sin embargo, en su momento,
millones de personas apoyaron al nacionalsocialismo, lo jalearon o
permanecieron en silencio ante sus atrocidades.
Puede ocurrir lo mismo en el presente con otros movimientos o
alternativas que se presentan con ropajes distintos, pues nunca el diablo
repite disfraz. Y entra aquí en juego el
análisis historiográfico y frío de los hechos pasados, que constituiría la verdadera memoria histórica, una suerte de
reconstrucción de lo pretérito, útil
para reconocer en el presente la cara del Mal.
A modo de guía, se puede citar a
André Glucksmann, quien afirmó que todo va encaminado cuando estamos de acuerdo
acerca de dónde reside el Mal, para evitarlo, pero que el problema surge cuando
algunos creen saber dónde está el Bien. Que
cada uno saque sus propias conclusiones.
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