Se juzga que el vocablo populismo está impregnando este
presente caótico y difuso. Se esgrime el
término para definir a una serie de opciones políticas que parecen tener en
común su rechazo de los partidos políticos designados tradicionales y, en
relación con ello, del propio sistema y sus relatos. Así visto, se trataría de una suerte de
dimensión transversal adaptable a alternativas muy disímiles a pesar de sus
puntos de vista comunes en lo formal.
Hasta ahora, uno sólo recuerda el uso de esta locución en la Rusia
decimonónica (los populistas o "eseritas" del socialismo agrario en
el contexto del zarismo) o también en la antigua Roma, referido a los
partidarios del pueblo (como los Gracos) frente al partido aristócrata
(optimates) encabezado por Cicerón. Se
trata, en lo concerniente a estos dos ejemplos, de contextos históricos muy
distintos y alejados, pero poco extrapolables a la realidad presente, porque,
en nuestro marco actual, la expresión populista se aplica a diestro y siniestro
con poca precisión y más como un mantra de lo políticamente correcto que como
un esclarecimiento de la situación.
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