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22 septiembre 2019

HORACIOS.

 El “Juramento de los Horacios” es un cuadro de Jacques-Louis David, artista de cámara de la Revolución Francesa y del período napoleónico; pintado en 1784, un lustro antes de la toma de la Bastilla;   se le suele caracterizar como exaltación de  los valores cívicos y republicanos, pero conviene conocer el busilis de su iconografía. Los Horacios, hermanos romanos de leyenda, se enfrentaron con otros trillizos llamados los Curiacios, en combate único para solventar la beligerancia entre Roma y la ciudad de Alba Longa. Se decidió que cada ciudad elegiría a tres soldados para que pelearan hasta la muerte y resolvieran así el enfrentamiento,  a pesar del cual ambas familias estaban unidas por lazos matrimoniales. Los seis guerreros combatieron a muerte y solo un Horacio salió con vida; aprovechando las heridas causadas por sus hermanos caídos a los Curiacios, los mató uno a uno dando la victoria a Roma.  Al regresar al hogar, Camila, hermana de los Horacios y esposa de uno de los Curiacios, reconoció el manto de su marido sobre los hombros de su hermano y lamentó su muerte, lo que provocó la ira del Horacio sobreviviente, que acabó con la vida de su hermana al grito de “¡Mueran todas las mujeres que lloran al enemigo!”. Situaba así a la patria, o al Estado, por encima de la familia.  Así pues, el cuadro de David alberga un significado poco edificante, al menos para los partidarios de la libertad, de la democracia y del individuo.  Es seguro que esta supuesta excitación de los valores cívicos fuera asimismo un símbolo reconocido en la Alemania de los años treinta o en cualquier régimen comunista pasado o presente.  No es, por ello, extraño que David se convirtiera en pintor al servicio de la Revolución y del propio Napoleón.  Los intelectuales orgánicos defendieron siempre posturas poco edificantes a mayor gloria del Estado o del Partido.  Y sigue habiéndolos.  

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