Sumidos en lo genérico, olvidamos los esencial de los detalles, sin darnos cuenta de que lo que
juzgamos baladí igual no lo es tanto. Y,
ya puestos, decidimos que lo semántico no importa, cavilando que el lenguaje es pincelada
secundaria frente a las cosas efectivamente significativas. Es el viejo error. Los liberticidas se van
imponiendo siempre a través de las palabras; cada vez que admitimos su nomenclatura,
pensando que tal vez "París bien
vale un cambio en la expresión",
estamos reculando hacia una pared incorpórea en la que, tarde o temprano, nos
veremos sitiados. Por tanto, los sintagmas
sí incumben al devenir general , sobre todo cuando la nombrada mayoría
silenciosa practica el apaciguamiento de la Bestia aceptando sus pormenores,
que, en realidad, no son tales, sino la esencia de su avance. Pero se imponen, en el diccionario y en lo
demás, cada día con mayor celeridad.
Sólo les quedará, en poco tiempo, la barrera del Derecho, frente a la
cual ya van iniciando sus arremetidas sin que parezcamos darnos cuenta. Así, la situación parece peor, en el
presente, que en los años treinta del siglo XX, que suelen ponerse como
paradigma de avance de la sinrazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario