La argumentación no es arte para estos días. Claro que hay debates, y disputas más o menos
pautadas, pero siempre sumidos en la neblina
de lo emocional y de lo subjetivo. Para debatir, para argumentar en favor de
algo, es forzoso, antes, ponerse de acuerdo sobre cada concepto, sobre cada
término a utilizar en la pugna. No es plausible que un mismo concepto sea usado
con acepciones encontradas, a veces, incluso, por parte del mismo sujeto en
momentos distintos de su argumentación; ello supone cambiar las reglas del
juego sobre la marcha o aplicar unas diferentes según la conveniencia de los
jugadores. ¿ Sería aceptable en un juego
de mesa o de naipes? Pues parece serlo
en las querellas de hoy, marcadas por la confusión y el anacoluto.
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