Parece que las penas carcelarias deben servir para cualquier
cosa que no sea castigar al delincuente.
La realidad es que la cárcel es, ante todo, castigo y apartamiento de la
sociedad de aquellos que vulneran las leyes vigentes. Oficialmente se habla de "reeducación e
inserción social". Suena a totalitarismo. Sólo los sistemas totalitarios no admiten la
existencia del delito como algo personal; de ahí el eufemismo de la reeducación, que se lleva a
cabo en campos de trabajo, de concentración o en severas cárceles, a las que se
llega además sin garantías procesales.
Negar la responsabilidad individual del delincuente (reduciéndola a la
sociedad, a los genes, a la raza o al género) es negar su libertad. Sería un buen argumento para iniciar una
reflexión sin apriorismos ideológicos o dogmáticos. ¿Estarían dispuestos a ellos los adalides del
buenismo y de lo políticamente correcto?.
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