La insania parece instalarse en nuestra sociedad por medio de preferencias, aparentemente mayoritarias,
en relación con la ecología, el animalismo o cualquier pulsión ideológica emanada,
sobre todo, de lo emocional. O igual siempre fue así y se trata de una mera
percepción de quien suscribe, porque, al fin y al cabo, siempre hubo
predicadores dispuestos a conducir a la masa hacia destinos ajenos a los
intereses de cada individuo que la componen. Así, Savonarola, en la Italia del
siglo XV. Y muchos más predicadores religiosos o laicos, desde entonces, y
antes, hasta ahora. La cuestión es
siempre desasir a los individuos de sus propios intereses cotidianos, del día a
día y sus cuitas, para sumirlos en la
preocupación por asuntos más elevados, asuntos de siglos, a los que se refirió
Himmler para indicar cuáles eran los intereses de sus correligionarios. Se trata, al fin y al cabo, de que los
individuos vayan renunciando a ser tales, desistiendo poco a poco a su libertad, y a su lógica cotidiana, para sumergirse en el todo
de los grupos: la tribu, la nación, la comunidad de creyentes o el colectivo
integrante de cualquier vasto movimiento que conoce lo que es bueno para el
futuro de todos. Y siempre acaba
habiendo una solución final o una fantasía sobre la misma. Peligro, peligro y peligro. Atentos.
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