Puede que la Libertad, así en términos absolutos, no
exista. Ni la "libertad de" ni la "libertad
para". Sí constan, y de eso no
cabe duda, sus enemigos, siempre al acecho y prolijos en número, aunque no
siempre sea fácil identificarlos porque se ocultan bajo ropajes variados y
aparentemente paradójicos. ¿Cómo saber donde están? Basta con indagar entre
los que saben lo que conviene a sus prójimos y están dispuestos a proporcionárselo
de buen grado o por la fuerza; pueden defender proyectos variados: la felicidad del karma, salvar al planeta,
acabar con la pobreza y/o construir al hombre nuevo y definitivo. Sólo con rascar un poco bajo la apariencia de
sus sermones, los conoceremos. Están en
todas partes y van adoptando distintos avatares en cada época, desde la
ortodoxia de los credos religiosos o políticos hasta el malestar con este mundo
imperfecto. No les hagamos caso o feneceremos
encerrados en sus sofismas, sino en sus cárceles (tiempo al tiempo), que siempre acaban llegando si sus rancios
sueños devienen realidad y se mudan en
nuestra pesadilla.
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