“Las personas viajan a destinos distantes para observar, fascinadas, el tipo de gente que ignoran cuando están en casa”. – Dagobert D. Runes
El orbe se ha vuelto más pequeño y los traslados por el
mismo son cada vez más fugaces. El viaje
se va mudando en desplazamiento. Se va
mucho a espacios lejanos, o no, para obtener la foto que levanta acta de la
presencia del viajero y subirla a las redes sociales. ¿Hace falta ir lejos para viajar? ¿Sigue
existiendo la diferencia entre viajero y turista o ya todo es turismo en
variantes diversas? La diferencia es tal
vez una cuestión de mentalidad y actitud.
Se puede viajar a sitios cercanos, incluso al lado de la propia
casa. Y hoy se viaja poco. Eso sí, se va a muchos sitios, más o menos
próximos, más o menos alejados, pero se hace, en general, con la actitud de
coleccionar instantáneas o relatos, hoteles o restaurantes, supuestas
observaciones de otras culturas en laboratorios creados ad hoc para el consumo
turístico. Yo, entre todos los viajes, el que prefiero es el de esa carretera
secundaria, no muy distante de casa, que nos lleva a parajes en los que no
habíamos estado y de los que, en muchos casos, podríamos regresar andando.
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