Asombra la proposición no de ley relacionada con los restos
mortales de Franco. Uno se pregunta qué
finalidad, más allá de mecanismos de agitprop, pueda tener dicha
iniciativa. Desenterrar a los muertos no
suele ser asunto de buen fario, salvo exhumaciones legales debidas a
demandas o procesos judiciales de
variada índole. El Valle de los Caídos
está ahi, con la cruz visible desde la lejanía, como un testimonio de una época
de nuestra Historia. Igual nos hubiera
gustado que la Guerra Civil no se hubiera producido, pero se produjo; preferiríamos,
sin duda, que España, tras la Segunda Guerra Mundial, se hubiera sumado a los sistemas democráticos
de eso que denominamos nuestro entorno, pero no fue así. La realidad es que el franquismo, como
régimen político, existió y permaneció durante casi cuatro décadas. Y otras
tantas después, pretendemos volver sobre el asunto exhumando los restos del
dictador a iniciativa de un partido que gobernó España la friolera de
veinticuatro de los 42 años transcurridos desde el óbito del generalísimo, sin
haber dado muestras de que el desalojo de la tumba le preocupase. A mí, sí me preocupa esta pretensión
postrera, y lamentable, tanto tiempo después.
La Historia es la que es, aunque últimamente intentemos reconstruirla
por la vía del discurso. Cambiar el
pasado para justificar el presente ha sido siempre el recurso de todo
totalitarismo.
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