Si se plantea el dilema entre la libertad individual, o el capitalismo,
por un lado, y cualquier especie de colectivismo dado, la mayoría se inclinará
por el segundo en términos de superioridad moral. El sentimiento está arraigado y nuestras
ideas, aunque las pensemos fruto del frío raciocinio, nacen ,de las emociones y
del viejo cerebro reptiloide. No importan los datos, ni los números, ni solemos
permitir que los detalles, aunque sean a la postre el elemento constitutivo del
todo, estropeen nuestro relato sobre la realidad y las cosas. Pero esos datos son inapelables; nuestra
esperanza de vida es más elevada que nunca y, desde el siglo XIX, descendió la
mortalidad y mejoraron las condiciones sociales. Parece que la libertad individual, en el
contexto del mercado y del terrible capitalismo, es fuente de progreso y
mejora, al tiempo que reduce la pobreza absoluta. La experiencias ligadas a la denominada
planificación central, esto es, al comunismo, no han sido hasta ahora
positivas, sino que, por el contrario, se han desarrollado en un contexto de
opresión política y de pobreza irrebatible; no olvidemos que el muro de Berlín
se construyó para que los habitantes del otro lado del telón de acero no
huyeran desde el paraíso hacia el denostado capitalismo. Son hechos.
Sin embargo, el comunismo sigue teniendo buena prensa, siendo estimado,
por muchos, como un sistema más justo y, por tanto, moralmente superior. Pero
los datos nos dicen lo contrario, aunque de poco sirven frente a los prejuicios
de la ideología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario